Ya lo viví (japezoa)

Es la última del partido, Messi  la agarra en mitad de cancha, se saca a uno, apila a 3 cerca del semicírculo y descarga por la izquierda a un solitario Lavezzi. El estadio respira en seco. Y yo también.


Lavezzi centra a tres dedos. La pelota va rasante, perfecta, venenosa, rápida. Estoy justo de frente a la jugada y ya sé lo que va a pasar. 


Ni siquiera he visto a Higuaín. Pero no importa. Sé que está ahí. Siempre están ahí.


La jugada dura un segundo, pero yo ya estoy en el 98, en Burdeos, con el penal de Bouchardeau.

Estoy en Belo Horizonte, con el travesaño que aún suena y que sueño cada tanto.

Estoy en cada vez que jugamos como nunca… y perdimos como siempre.


El pase sigue su curso y yo ya estoy derrotado. Higuaín aparece. Define rápido. La red se mueve.


El estadio grita.

Gol.

Gol, conchetumadre.

Nos cagaron otra vez.


Cierro los ojos.

No quiero verlos.

No quiero verlos correr al córner a abrazarse como siempre.

No quiero ver a Chile rendido, otra vez.


Pero había un silencio raro. Como si la tragedia se hubiera quedado sin sonido.


Abro los ojos.

La pelota está ahí, quieta.

Del lado de afuera de la malla.


No fue gol.

No fue gol.


¡NO FUE GOL CULIAO!, me grita mi amigo. Nos miramos. Nos abrazamos. Nos reímos. Celebramos. Porque ahí entendimos que está vez, la historia estaba de nuestro lado.



Esta entrada fue publicado el 13 de julio de 2025.
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